Escribe Edmir Espinoza
Dicen que en el fútbol son los resultados los que valen. Y aunque en la mayoría de casos esta máxima resulta cierta, la de hoy será una de raras ocasiones donde el marcador es lo de menos. Jugar a puertas cerradas y sin público significará para la blanquirroja una de las peores derrotas de la Eliminatoria.
Ya eliminados en la carrera por conseguir un cupo al Mundial de Brasil, todo parecía indicar que a la selección peruana no podía irle peor. Pero así fue. La pataleta de un único aficionado -celebrado por medios y redes sociales- al finalizar el encuentro entre Perú y Uruguay le ha costado caro a la Federación Peruana de Fútbol. Más de un millón de dólares, solo en taquilla, según la tendencia de los últimos partidos.
Pero para entender las consecuencias de tamaña irresponsabilidad es necesario rebobinar el cassette un poco. Hasta la noche del 6 de setiembre de este año, cuando el juez argentino Patricio Loustau decreta el final del Perú 1-Uruguay 2. Un mar de tristeza e indignación recorre las tribunas del Estadio Nacional, y entre tantos miles de aficionados, un único valiente decide ingresar al gramado y correr tras el árbitro principal para increparle un supuesto robo de partido. Felizmente y las cosas no pasaron a mayores.
El argentino fue rodeado por efectivos policiales y retirado del campo sano y salvo. Lo peor llegaría después, cuando a la hora de elaborar su informe de las incidencias del encuentro, Loustau narró la escena del aficionado desbocado. La FIFA, irreductible en temas de seguridad, decide sancionar al estadio y decreta que el siguiente partido que Perú juegue de local se hará a puertas cerradas o, lo que es lo mismo, sin público.
En los ojos del mundo
La de hoy será una derrota absoluta en términos económicos y dirigenciales. Por un lado, la FPF dejará de percibir una importante cantidad de dinero por concepto de taquilla. Esto a pesar que hasta el partido pasado, Perú figuraba en el tercer puesto en cuanto a mayor asistencia en toda la Eliminatoria sudamericana.
La otra derrota es de orden dirigencial y político. Esta es la primera vez que en una Eliminatoria sudamericana se juega un partido sin la presencia de público. Mala señal para un país que intenta proyectar una imagen de desarrollo, y aun peor para una ciudad que se prepara para organizar los Panamericanos 2019.
Mención aparte merecen las terribles consecuencias económicas que este castigo traerá a quienes viven del fútbol y la selección. Restaurantes dentro del estadio y sus alrededores, vendedores de camisetas, vinchas, viseras y demás objetos de merchandasing. El comercio ambulante de golosinas y bebidas y, como no, los nunca bien ponderados revendedores.