El domingo 15 de marzo el presidente Martín Vizcarra anunció a nivel nacional. La primera medida drástica que señaló el mandatario peruano fue el aislamiento social obligatorio a causa del . Es decir, la población peruana entraba enpor los próximos 15 días.

Alfonso Ávila recibió la noticia en casa, acompañado de sus seres queridos. Fue inevitable que sienta preocupación por la situación tan delicada que se empezaba a vivir en el país por el coronavirus. Sin embargo, se sentía agradecido a la vida porque esta la iba a poder pasar al lado de su familia. Y es que este término no era nuevo para él.

EL INICIO DE UN SUEÑO

En junio del 2018 miles de peruanos llegaron hasta Rusia para presenciar un hecho histórico en el fútbol peruano. La selección peruana regresaba a una Copa del Mundo después de largos 36 años y Alfonso era uno de los fervientes hinchas que viajó miles de kilómetros para cumplir un sueño.

Este joven ingeniero no escatimó gastos y no le importó endeudarse para ver a su amada en un mundial. Fue así que logró comprar y programar todo su itinerario en suelo ruso por más de dos semanas.

ANSIEDAD MUNDIALISTA

Semanas antes de viajar pasaban por su mente aquellos momentos donde tantas veces tuvo que regresar del estadio a casa con el rostro lleno de llanto, cargado de frustración por los constantes fracasos en el que se vio inmerso nuestro seleccionado desde que él tenía uso de la razón.

Sin embargo, la situación era distinta. Atrás iban a quedar las historias de su padre y de sus grandes celebraciones con los goles de Cubillas en los mundiales. Esta vez era su turno, viajaría miles de kilómetros para gritar los goles de la selección peruana en una cita mundialista. Tuvieron que pasaron 28 años de su vida para poder por fin cumplir ese anhelado sueño.

UNA CUARENTENA QUE DOLIÓ EN EL ALMA

Ya en suelo ruso y tras los dos primeros partidos del equipo de Ricardo Gareca en Rusia 2018, que llegaba a la última fecha sin esperanzas de clasificar a octavos de final, lo único que esperaban los hinchas peruanos era poder gritar al menos un gol y celebrar una victoria ante Australia.

Alfonso tenía programado arribar el día 25 de junio -un día antes del partido- a Sochi, ciudad que despediría al equipo peruano de Rusia 2018. Horas antes de que el tren llegue a dicho puerto ruso, empezó a sentir fuertes mareos y nauseas. Pensó que tal vez todo era parte del trajín y las trasnochadas que ya estaban pasándole factura. Sin embargo, conforme avanzaba el tiempo se empezaba a sentir peor.

Logró bajar del tren y de inmediato pidió un taxi con las pocas fuerzas que le quedaban. Se sentía muy agotado y lo último que recuerda es que ingresó al hotel que había separado semanas atrás desde Perú. Después de eso solo se recuerda echado en una cama de un hospital.

No comprendía nada. Lo primero que hizo fue tratar de buscar su celular y ver qué día era. Su pantalla marcaba el 27 de junio del 2018 – Perú había derrotado el 26 junio 2-0 a Australia-. Inmediatamente entró en desesperación hasta que vio entrar a una enfermera.

Imagen de la entrada para el Perú vs. Australia, la cual forma hoy parte de los objetos mejor guardados de Alfonso, aunque este ticket sucumbe en un limbo de sentimientos encontrados.
Imagen de la entrada para el Perú vs. Australia, la cual forma hoy parte de los objetos mejor guardados de Alfonso, aunque este ticket sucumbe en un limbo de sentimientos encontrados.

Buscó rápidamente el traductor de su celular para intentar comunicarse. Lo poco que pudo entender es que al llegar al hotel se desvaneció totalmente y tuvo que ser trasladado de emergencia al nosocomio más cercano. Tras varias evaluaciones los médicos habían determinado que tenía gripe aviar y que debía permanecer en por varios días.

No lo podía creer, en aquel momento no le importó el diagnóstico de los médicos. Lo único que pasaba por su mente era que no pudo presenciar el triunfo de la selección peruana, ni mucho menos gritar los goles de y . Se agarró la cabeza y solo atinó a mirar el techo de su habitación.

Las lágrimas caían unas tras otra de su rostro, el desconsuelo se apoderó de él. Lamentaba su suerte. No pudo completar el sueño y eso es algo que recuerda hasta el día de hoy. Una jugada que no pudo terminar pero que espera hacerlo en Qatar 2022. La promesa quedó pactada aquella tarde en Sochi.