Los quince mil setecientos veinticuatro kilómetros se hicieron humo en ese momento: aunque geográficamente seguía allí, de pie, en el asiento 45 de la fila 6 de la zona Oriente en el Estadio Internacional de Yokohama, Jorge Luis Salinas sentía que su corazón volaba en un jet a Lima, que su vida, su voz; aterrizaban 37 años después en su patria. Que era Perú y no Paolo Guerrero quien le lanzaba la casaca primero y luego la camiseta en un gesto digno de un campeón mundial con honores.
Era el Depredador que agradecía el que Jorge y su amigo Manuel hayan tenido la idea de lanzarle minutos antes la bandera peruana para que la haga universal en la vuelta olímpica.
Es las 2:00 a.m. en Tokio, pero Jorge atiende a EL BOCÓN. Solamente le aventé la bandera, él la besó y se la puso encima, luego volvió y cuando nos reconoció se quitó la casaca, se acercó y se la dio a mi amigo. Al ver que éramos varios, nos lanzó su camiseta, cuenta Jorge.
Caserito de finales
Lleva 30 años en Japón. Es del barrio de Ingeniería, en San Martín de Porres, pero ahora vive en Minato, Tokio. Todo el estadio coreaba Guerrero, Guerrero, era increíble. Hace años que vamos a la finales. Antes, con Boca y el Chino Pereda (2000) y en 2006 con el Inter (Brasil) y Martín Hidalgo, pero con ellos no se pudo. Guerrero es más humilde, se acercó, nos saludó, incluso hicimos una pancarta grande que decía Vamos Guerrero, explica Jorge, quien orgulloso ha subido fotos y videos en su Facebook. Lo dejamos dormir, aunque ya ha vivido el sueño de todos.