De muchacho soñaba en ser como Lionel Messi mientras devoraba la tierra con un zigzagueo voraz y cómplice de la parsimonia de sus primos. Era rápido. Amagaba fino para no reventar la tierra y le pegaba sutil a la pelota. Jugaba de delantero. Era un chiquillo de dieciocho años cuando una mañana él y sus primos dejaron la casa en el asentamiento minero de Casapalca para ir a jugar al campo. Ese día, Efraín Sotacuro no tenía idea que iba a ser sacudido por cables de alta tensión en una mina abandonada y que, tres meses después, amanecería en un hospital de Lima con los dos brazos amputados.
ESCRIBE: JOSÉ ANTONIO BRAGAYRAC
Efraín tenía dieciocho años aquella fría mañana de agosto del 2012 cuando jugaba con sus primos a probar suerte con unos cables eléctricos de un poste caído. Tocó una, dos veces y nada. Hasta que sintió una fuerza volcánica prenderse de su brazo y al instante la ferocidad eléctrica ya había capturado sus dos extremidades para terminar lanzándolo como en un latigazo seco. Quedó como muerto por más de cuarenta minutos.
-¿Aún es difícil recordar lo que pasó?
-Sí, es difícil todavía. Yo estaba acabando mi quinto de secundaria. Eran las vacaciones de medio año. Mi papá trabajaba en Casapalca y con mis primos fuimos allá por diez días. Recuerdo que cuando desperté mis tíos y mis primos estaban todos llorando alrededor mío. Yo me levanté, me limpié mi ropa y caminé unos cinco pasos como si nada hubiera pasado. Di un paso más y me desplomé. Me llevaron en ambulancia al hospital de Casapalca y de ahí a Lima, al Hospital del Niño.
-¿Todavía recuerdas ese momento cuando corres?
-Me ayuda a ser más fuerte. Me dijeron que estaría cinco días internado. A los quince días se negrearon mis uñas y ya no sentía dolor en los dedos. Me apuntaron tres (dedos) a los cinco días. Cuando me amputaron esos tres dedos para mí fue lo peor, empecé a llorar. Sentía que se acababa el mundo. Imagínate como estuve tres meses después cuando me amputaron los dos brazos. Me quería morir.
-¿Qué pensabas?
-En tres meses perdí los dos brazos. Los tejidos estaban quemados y ya no podían salvarlos. Era doloroso. No comía, solo lloraba. Pensaba en morirme porque era muy difícil, si no estaba llorando, estaba renegando. Tres meses después volví a mi natal Huancavelica.
Efraín vivió toda su vida en el centro poblado de Paltamachay, distrito de Yauli, en Huancavelica. A casi 3,400 metros sobre el nivel del mar. Corría todos los días por más de una hora para ir a la escuela. Cuando volvió a casa después de la tragedia, todo le recordaba a sus brazos. Miraba los cuadernos de colegio y su cabeza hacía una lista imaginaría de las cosas que ya no podía hacer. No salió de su cuarto durante semanas. “Cuando me escuchaban llorar, toda mi familia lloraba, era muy difícil”, cuenta con voz pausada mientras responde un mensaje de WhatsApp con absoluta naturalidad. Hoy, sus muñones tienen la operatividad casi absoluta de dos brazos. Puede hacerlo todo. Y lo que no, lo practica hasta que le sale. Hoy, Efraín es un maratonista cuyo sueño máximo es ganar una medalla en los Juegos Paralímpicos de Río 2016.
-¿Por qué corres?
-Porque me gusta. Antes del accidente yo jugaba fútbol, jugaba de delantero, quería ser como Messi. También me gustaban las maratones, pero no participaba. Solo llevaba a mis hermanos. En Huancavelica ganar una carrera en una competencia te hacía muy feliz.
‘Efrita’, como le dicen todos en el campamento del Programa Nacional de Maratonistas en Huancayo, corrió por primera vez una maratón el 25 de noviembre del 2012. Fue en Lima cuando aquella vez salió del punto de partida sin calistenia alguna, solo corrió, algo perturbado por ser el único de los nueve mil competidores que corrían sin brazos. La asistenta social l había inscrito y no quería defraudarla.
-Ahí empezó todo…
-Sí, fue como mágico. Esa vez quedé en el puesto doce con un tiempo de 37 minutos y 20 segundos. Corrí con unas zapatillas viejas y sin la ropa adecuada. Corrí como loco y cuando llegué a la meta solo di gracias a Dios. Me gustó tanto que decidí que esa sería mi vida; correr.
En el 2013, Efraín disputó la primera fecha del Nacional de Fondismo. Fue en Lima y recibió su primer premio que consistió en 100 dólares. Tres años después ha corrido en casi todo el Perú y ha sumado medallas en ciudades como Sao Paulo y Medellín. Este domingo 21 de febrero competirá en la Maratón de Sevilla. Allí busca romper la marca mundial y obtener su ansiada clasificación a los Juegos Paralímpicos de Río 2016.
-¿Extrañas mucho a tu familia?
-Sí, a veces pido tres días de permiso y me voy a visitarlos. Llego y mi papá hace pachamanca, matan un carnero, cuyes, gallinas… y rompo la dieta. Hasta me hacen bailar. Cuando no puedo ir, me mandan queso y cancha en encomienda.
¿Te imaginaste viajar tanto?
No. Este 21 de febrero correré en Sevilla y será la primera vez que viajaré a Europa. Gracias al atletismo he podido viajar en avión, cosa que nunca imaginé. Ahora ya no me da miedo. Mi gran sueño es llevar a mis padres en un avión, que conozcan cómo es viajar así.
¿A Sevilla vas a ganar?
. Voy a hacer la marca mundial, en la categoría T46, esa es mi meta.
¿Venciste muchos miedos?
-El miedo al qué dirán, a mirarme al espejo. A salir de mi casa. Cuando los niños me señalaban me daba un dolor al corazón muy grande. Pero ya no. Yo he perdido los dos brazos, pero nunca perdí las ganas de salir adelante. Ahora ya no tengo miedo, ya no me rindo.
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