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El emblemático estadio de Maracaná, que desde hace décadas ha sido palco de algunos de los momentos más memorables de la historia del deporte de Brasil, recupera un triste protagonismo ahora por una escandalosa trama de corrupción.
La detención del ex gobernador de Río de Janeiro Sergio Cabral destapó un elaborado esquema de corrupción basado en comisiones ilegales para la adjudicación de proyectos de obras públicas.
Esta trama que, según explicaron esta semana fuentes de la Policía Federal, estaba liderada por el propio Cabral, exigió el pago de comisiones en al menos tres grandes proyectos realizados durante los ocho años que duró su mandato: El Arco Metropolitano, el Programa de Crecimiento de las favelas y la reforma del Maracaná.
Las autoridades calculan que Cabral se embolsó al menos 66 millones de dólares en comisiones ilegales de grandes constructoras vinculadas también con la monumental trama de corrupción que envuelve a la estatal Petrobras, epicentro de la conocida como operación 'Lava Jato'.
Precisamente la participación de estas grandes empresas en el mayor caso de corrupción de la historia de Brasil acabó llevando a las autoridades hasta Cabral, gracias a un acuerdo de cooperación judicial alcanzado con ejecutivos de las empresas Andrade Gutiérrez y Carioca Ingeniería a cambio de una futura reducción de pena.
Según la Fiscalía, las comisiones superan el 5% del valor total de las obras contratadas y eran abonadas mediante la transferencia de cuotas mensuales o a través de pagos en especie que llegaron incluso a cubrir el coste de vestidos de fiesta para la esposa del exgobernador y meriendas en fiestas de su hijo.
Durante la gestión de Cabral, Río de Janeiro acogió el Mundial, los Panamericanos y obtuvo los Juegos Olímpicos de 2016. Para preparar el templo del fútbol brasileño para la Copa Confederaciones de 2013 y el Mundial de 2014, el gobierno del estado de Río comenzó, en 2010, unas obras de remodelación que, según reveló la policía el jueves, sirvieron además para enriquecer a Cabral y a algunos de sus más estrechos colaboradores.
Las obras, que costaron cerca de 400 millones de dólares, estuvieron marcadas por los problemas dentro del consorcio, integrado por las constructoras Andrade Gutiérrez y Odebrecht y una tercera socia, Delta, que se vio obligada a abandonar el proyecto en 2012 en medio de un escándalo de corrupción.
Dejando los escándalos a un lado, esta reforma supuso un auténtico renacimiento de un coliseo del que apenas se conservó intacta su fachada original y que pasó a ser considerado uno de los estadios más modernos del mundo.
El 20 de agosto, la selección brasileña logró alzarse con la presea dorada ante una Alemania que apenas dos años antes le había endosado la mayor humillación de su historia. El triunfo supuso un momento de catarsis para la afición brasileña, que durante décadas anhelo una gesta que dejará atrás el 'Maracanazo'.
Ahora, apenas tres meses más tarde, los cariocas vuelven a tener motivos para bajar la mirada al pasar frente a las puertas de un estadio que, al igual que Brasil, parece destinado a tener una eterna cuenta pendiente con el futuro.
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