Silencio. Echado en mi cama escucho mis pensamientos. Afuera, parece ser de madrugada, pero no son ni las nueve. Los días son cada vez más lentos, más difíciles, más iguales. La noche estuvo más callada esta vez. Las calles más vacías, los corazones más angustiados. Ya perdimos cuatro hermanos, y aunque nos cueste imaginarlo, tocarán más.

Por Renzo Morales

Hermanos que no podrán ser enterrados, velados, despedidos. Hermanos peruanos, vecinos, amigos. Un miembro de la FAP que pudo ser mi abuelo, el tuyo, el de todos. Un pintor que pudo ser mi padre, mi hermano mayor, que pudo ser tú o yo. Pudo ser cualquiera. Podemos ser todos...

Entonces, ahora nos miramos con pena, con los ojos caídos, con el susto de no saber si esta será la última vez que estemos en la misma sala, en el mismo cuarto, en la misma cama. La angustia se ve en los rostros, en las voces, en los saludos. Ahora sí, para quienes no lo creían, es en serio.

Y, ahora, solo quiero cerrar los ojos y que cuando me toque abrirlos, volver a escribir de Barcelona recuperando la punta, de Liverpool eliminado de la Champions League, de Universitario ganando el clásico, de Boca Juniors siendo campeón. Que ganas de adelantar el tiempo, de retrocederlo, de lo que sea, menos de estar en este presente, en esta noche callada.

Pienso, sigo pensando. Escucho mis pensamientos. Son gritos con eco en esta noche tan callada, tan tranquila, tan penosa. El silencio me abruma, y ni las horas de trabajo me rescatan. Cómo podrían si todo es jugadores contagiados, ligas postergadas, sueños truncados, estadios vacíos, goles no celebrados.

Sigo en cama. Creo que ya es de madrugada, pero, efectivamente, aún no son ni las nueve. El tiempo no avanza. Pero prefiero esta monotonía y no exponer a los míos. Quiero abrazar a todos y que todos me abracen a mí cuando esto acabe. Silencio, quédense en casa.