Foto: Giancarlo Avila
Foto: Giancarlo Avila

El rostro de refleja todo el sacrificio que desde muy joven tuvo que realizar para salir adelante en lo que tanto ama: el fútbol. Y es que en nuestro país, el torneo femenino es ignorado por las autoridades, quienes lo ven como un gasto y no como una inversión.

Escribe: Pamela Ríos Calmet

Pese a que en realidad, a diario, cientos de mujeres que también son madres, estudiantes y trabajadoras, sacan fuerzas de donde no tienen para portar una camiseta y representar a sus respectivos clubes, o incluso al Perú entero.

Una de ellas es la ‘22’ de , quien a lo largo del 2019, pese a no llevar la cinta de capitana, comandó al equipo crema como los grandes. Sin embargo, para alcanzar el gran nivel que ahora demuestra en cada partido, Cindy tuvo superar muchos obstáculos. Uno de ellos fue el económico, al punto de que las calles terminaron siendo su lugar de trabajo.

Obvio está, haciendo una de las cosas que más ama después de jugar en el verde: el freestyle, actividad que, según cuenta, le ha abierto muchas puertas, pues ahora anima distintos eventos para grandes empresas y se presenta en varias ciudades alrededor del país.

“Mi historia en el fútbol es muy larga. He tenido que pasar muchas cosas. Dominar en la calle era un sustento. Gracias a este talento que tenía, salía a las calles. Era raro ver a mujeres hacer esto, entonces la gente se sorprendía y daba lo que les nacía de su voluntad”, cuenta la jugadora sobre sus inicios.

Y es que, desde que estaba en el colegio, la fultbolista tuvo que salir a las calles para conseguir el dinero que le hacía falta para ir a sus entrenamientos. Primero, utilizaba sus sábados y domingos para apoderarse de las esquinas y aprovechar los semáforos en rojo, y con la gran habilidad que tenía en sus pies, realizar freestyle para sorprender a todo aquel que -atorado en el tráfico limeño- la observaba admirado de ver a una mujer realizar tales acrobacias con una pelota. Algo poco usual si nos transportamos ocho años atrás, cuando el fútbol femenino aún no sonaba en lo más mínimo en nuestro país.

“En ese tiempo era aún menos común ver mujeres haciendo fútbol. Así que nos felicitaban. Se nos acercaban y nos decían que vayamos para adelante. Era tanta la sorpresa de la gente, que todos nos apoyaban”, confiesa sobre estos años.

Una vez acabada su etapa escolar, esta actividad se convirtió en una rutina diaria. De la mano de su mejor amiga, también futbolista de la ‘U’, Geraldine Cisneros, tomaba las calles con mucha elegancia de lunes a domingo. Incluso, con el pasar del tiempo, se animaron a subirse a los micros, una real travesía, pues allí no solo tenían que lidiar con la dificultad que trae esta actividad por sí sola, también debían sortear las pistas rotas y los rompemuelles.

“Todo inició porque un día nos quedamos sin pasajes. Y como teníamos nuestra pelota en la mochila, dijimos ‘hay que hacer freestyle’. En promedio, sacábamos 60 soles entre las dos en una o dos horas”, agregó.

Pero, de seguro, Cindy Novoa no es la única deportista que la ha tenido difícil. Tal y como ella afirma, detrás del fútbol femenino hay miles de historias de lucha. Si bien esta disciplina ha cobrado fuerza desde el año pasado, aún las jugadores no tienen las herramientas necesarias para destacar y grandes talentos se pierden.