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En los diarios policiales del 30 de setiembre de 2019, se habló de un sonido incesante que invadió la tarde del domingo y se esparció en todo Ate, Lima y el Perú entero. Más de un curioso salía por su ventana, más de un niño despertó de su siesta, más de un chófer bajó de su vehículo. Todos querían saber qué generaba esa melodía sostenida, ese cántico ronco y grave, ese tono que escarapelaba el cuerpo. Y ante tanta incertidumbre y para evitar el pánico nacional, las fuerzas del orden salieron a dar explicaciones: «Son cerca de 60 mil gargantas dejando su voz, cerca de 120 mil palmas coloradas de tanto aplauso, más de 100 mil pies saltando y millones -sí, millones- de abrazos y lágrimas. Es el Monumental repleto y alegre».
Y no era para menos. Y sí era para tanto. Universitario de Deportes ganó otro clásico a Alianza Lima y lo ganó bien. Y se acerca a la gloria, al título, a ese lugar que le pertenece tanto, pero que le fue esquivo tantos años. Ganó y ahora es líder con cinco puntos de ventaja. Ganó y suma ya cinco victorias consecutivas en el Clausura. Ganó y el estadio explotó, y el cemento de las tribunas crujía, y las lágrimas caían por el rostro de los jugadores, de los hinchas, de medio país. Y no eran solo de alegría, eran de revancha. Y mil voces se unieron. Y todas eran una y una eran todas. «Dale, campeón, dale, dale, dale, dale, campeón...».
Crema de alegría
«Vamos, merengues, que tenemos que ganar...». Cantó Universitario antes de salir. Lo cantaba con euforia, con ‘Menú’ dándole puños al portón de madera, con los ojos cerrados y el cuello estirado. Aún no empezaba el cotejo, y ya estaba al borde del colapso, jubiloso, pasado de revoluciones. Entonces salió con intensidad, bajo una espectacular lluvia de papeles, todos cremas y guindas. Salió al ataque, a darlo todo, a pelear hasta las pelotas perdidas. Salió a ganarlo y a morir ganando.«Gooool...». Entonces, a las 4:24 de la tarde, los cánticos se resumieron a una sola sílaba: gol. Alejandro Hohberg la creó, Quintero la finalizó. El primero pateó, el segundo aprovechó el rebote de Pedro Gallese. El peruano puso la pólvora, el panameño hizo estallar al Monumental. Y se vivió una fiesta, algunos hasta corrieron despavoridos pensando que se venían abajo las gradas. Pero, el coloso de Ate, al igual que su equipo, es inquebrantable, indestructible. Y si se cae, se levanta de nuevo.
«Ohhh, vamos, crema, vamos, pongan h..., que ganamos...». La hinchada se jugaba su partido, hacía vibrar el campo, su algarabía cruzaba el césped y emocionaba de polo a polo, de norte a sur, de oriente a occidente. Y cómo será que calentó el ambiente, que hasta la tarde dominical presentó un sol insospechado. Entonces aplaudían cada barrida de Corzo, cada pelea de Hohberg, cada vez que Kevin Quevedo y compañía la mandaron afuera. Porque los rivales tenían sus recursos y buscaban las espaldas de los locales, pero la tarde era crema, hasta los ‘off side’ tenían camiseta merengue.
Hasta que sonó el pitazo final. Y cientos de periodistas corrieron detrás de los cremas. Y la pelea se armó. Y Ángel Comizzo abrazaba a todo aquel que encontraba, porque él también le ganó a Pablo Bengoechea. Y Guarderas lloraba. Y Velarde rezaba. Y los abrazos eran millones. Y no, no eran campeones aún, pero el sonido del estadio fue tan altísimo, que las fuerzas del orden ya toman sus precauciones por si la ‘U’ levanta la Copa en diciembre. Porque hoy ya es lunes, pero aún se escucha a lo lejos un cántico ronco y grave. «Ohhh, Universitario, esta tarde...».