Hay que emocionarse para ser campeón. Saltar, abrazar, gritar, recordar y llorar. jugó dos finales ante , pero le bastó ser el mejor en la ida para dar la vuelta olímpica en la Liga 1 del 2019. Un título con nombre y dedicatoria: . Un estratega en su mejor esplendor: . Y un equipo de muchachos ilusionados con levantar por fin el título nacional: Deportivo Binacional.

Ahí, donde había clavado un puñal en 1999, veinte años después el Binacional de asentó la daga. La hundió en el corazón blanquiazul. Le dijo frente a frente a los íntimos de que aterrizaron en Lima con una maleta de promesas por cumplir, y muchas banderas de sentimientos a flor de piel por el compañero perdido. Les replicaron a la cara que la verdadera definición era once contra once y con un balón de fútbol. No documentos, no anulaciones, no conferencias de prensa incendiarias.

Así es, Pablo Bengoechea, hay que darle la razón. La eliminatoria de estas finales se la ganaron en Juliaca. No en el partido con el 4-1, sino cuando se dejó sobrepasar por la ira y buscó culpables fuera de la cancha. Que el VAR, que la FPF, que la improvisación. En tres años dirigiendo en el fútbol peruano, ¿aún no se dio cuenta usted que es en vano pelear contra fantasmas?

Si esto se trataba solo de fútbol, la hazaña en Matute quizás era posible. Pero apareció el ida y vuelta extrafutbolístico, y todo cambió a una tonalidad siniestra. Lo que debió ser aliento para los blanquiazules, se terminó transformando en gasolina para los juliaqueños. Y, a los 96 minutos, cuando el argentino Loustau dijo que esto se acababa, que no daba para más, muchos nos emocionamos por ver a un justo campeón derramar lágrimas de alegría por la Copa, y de tristeza por ‘Piochi’. Esto es enteramente para ti, querido.

Resistencia máxima

Bombardas para no dejarlos dormir en la previa. Papelitos de recibimiento para quitarles el sueño en la cancha. Alianza Lima saltó a Matute con el 3-0 asestado en las costillas, y enfiló con bravura y ganas desde el pitazo inicial. Sin embargo, Binacional intentó esconderle el balón. A pesar de un Millán perdido en el campo, encontró en Aubert al organizador del pelotón, al conductor que buscaba -desde la posesión- desesperar a los blanquiazules. Lo consiguió hasta que ‘Cachito’ Ramírez apareció por los cielos de Matute y pegó un frentazo que encendió la llama de la ilusión a los 34 minutos.

Siguió intentando cuando Rinaldo Cruzado ingresó en la complementaria y ayudó a empujar el carrusel de la fantasía. Rinaldo, a los 77’, fue quien tiró el centro que obligó a Fajardo a cometer el autogol que señalaba la luz al final del túnel.

Todo apuntaba a una hazaña. Al empate y el alargue. Al grito agónico. Pero el siempre encendido Federico Rodríguez apagó el sueño con un cabezazo que se perdió lejos, muy lejos.

Entonces, uno pudo jugar por once. Esa es la virtud de Binacional. Todos fueron Vergara. Uno solo fue Binacional, que vio el fruto de su resistencia. Del apenas único y ligero disparo de Polar en todo el partido. De la campaña que arrancó Arce y ayer coronó Mosquera. Vio, al final de esta batalla, que es el campeón del fútbol peruano. Sí, señor.