| Las manos a la cintura y de inmediato a los lados, hace de cuenta que mira la pelota, pero en realidad su mirada esta puesta en el gol. Un suspiro en ese tránsito y un movimiento que parece ser un mensaje clasificado para , que entiende pronto la jugada de laboratorio y corre a tapar un hoyo en la barrera de .

Kevin ha entendido con un gesto que en esa ecuación será el corcho. Uno, dos, tres segundos y luego llega el pitazo y un toque seco que precisamente transita por ese espacio que un instante antes dejó libre el goleador de para el tiro que termina por clavarse a la mano derecha del portero Ruíz a vista y paciencia de nadie porque había sido tan rápida y tan elegante la jugada que solo la imaginación impetuosa de la vio.

Golazo y el desenfreno pisó el acelerador porque ya era el 2-3 en una cancha imposible donde, por supuesto, era imposible hacer fútbol. Y de paso, se hacía imposible que Universitario le quite el derecho a Alianza Lima de coronarse campeón del Torneo Clausura. Reventaba la sonrisa de Cruzado mientras Quevedo salpicaba sus lágrimas al suelo, de rodillas. Con los puños apretados, primero hacia su pecho y luego en dirección violenta al suelo en una señal inequívoca de descarga. Emocionante no solo para el hincha, también para todo aquel que algo entiende del significado de un gol así.

Estilo de campeón

Había que clavar la pelota con una estaca para que se quede quieta o llevarla con la mano de un punto a otro para no fracasar en el intento. La lluvia anterior había terminado por destruir una cancha ya descuidada para el fútbol. El tránsito era difícil y ahí la técnica, pero sobretodo la táctica podían hacer la diferencia. Es entonces que el ADN de aparece en su máximo esplendor para una jugada de amor al minuto cinco. De memoria el tiki taka y el balón pasa en un instante del mediocampo al segundo palo para encontrarse con el tobillo izquierdo de .

Una definición antiestética y made in Bengoechea había parido lo más bello del fútbol: el gol en Moyobamba.

Pero para celebrar hay que sufrir primero. Un centro en paracaídas dejaba en ridículo perfecto a tres jugadores de Alianza Lima en el intento por despejar. Atrás de ellos, como sí se debe saltar, el uruguayo Gularte se elevaba sencillo para definir de cabeza y muy suave hacia una esquina y correr a celebrar el empate mientras Pedro Gallese sacaba la pelota del fondo.

Recién en el segundo tiempo, de casi una pelota parada por la inoperativa marca local, Federico Rodríguez metía el frentazo para el segundo. Parecía resuelto hasta que otra vez un salto deja en jaque a la defensa íntima y Velarde tras varios rebotes aparece para el 2-2.Parecía tormenta, pero llegaría la calma con esa sutileza inmediata de Cruzado.

Gloria a ti, señor Bengoechea.