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Alemania selló el hundimiento de Grecia (4-2), incapaz de frenar a la máquina de hacer fútbol del equipo que dirige Joachim Löw.

Grecia saltó al césped del Gdansk Arena dormidos. En cuatro minutos, los hombres de Löw crearon tres claras oportunidades. Una de ellas acabó en gol, pero Schürrle no pudo celebrarlo porque fue anulado. Era un festival germano contra un equipo que esperaba su sentencia.

A ese ritmo, estaba claro que la maquinaria alemana tarde o temprano iba a pasar por encima de su rival. Se hizo esperar, hasta el minuto 38, cuando Phillip Lahm, con un zapatazo efectivo desde fuera del área abrió la lata. Curiosamente tuvo que ser un defensa el que rompiera el cerco. Lahm es experto en grandes goles. Ante Costa Rica en el Mundial de 2006 logró uno parecido.

Antes lo pudo hacer Mesut Özil, pero falló un mano a mano tras una pared vertiginosa con Reus.

Con Grecia remando en contra, en la segunda parte se incumplió el guión al que estaba predestinado estirando sus líneas para buscar el empate. Por lo menos, durante seis minutos, que fue lo que tardó Sami Khedira en deshacer el sorprendente empate de Samaras. El jugador del Real Madrid contrarrestó el tanto griego (de contragolpe), con una espléndida volea desde dentro del área.

Ese fue el final para Grecia, que necesitó un "rescate" que no llegó. Al revés, lo que vino fue el hundimiento definitivo. La cereza del pastel al final la pusieron Klose y Reus que con sus tantos dieron sentido al rodillo alemán, que sigue presentando su candidatura al título. El gol postrero de Grecia, de penal, sirvió para despedir con dignidad a un equipo que llegó hasta donde mereció.

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