El juego de fútbol, que es el más bello, puede hacerle un amago al juego de la vida, que es el más grande. Tomando una frase de aquella peculiar película "Rudo y Cursi" de Carlos Cuarón, podemos decir que en ambas circunstancias, siempre tenemos revancha. Tarde o temprano. Martín Palermo manifestó alguna vez que su gol a nuestra selección en Buenos Aires en el 2009 y que le otorgó la clasificación a su Argentina para el Mundial de Sudáfrica 2010 fue como una reivindicación a los tres penales errados diez años antes en una Copa América frente a Colombia. Hoy, personajes como Roberto Mosquera y Reimond Manco tienen esa chance de anotar aquel "gol" que haga un borrón y cuenta nueva, tras un nefasto año en Alianza Lima.
El entrenador tiene un nuevo intento en el fútbol boliviano. Jorge Wilstermann, trece veces campeón nacional, apuesta por él. De acuerdo a sus últimas declaraciones a un medio del país altiplánico, el profesor mantiene mesura y no promete títulos. No quiere cometer el mismo error que con el conjunto blanquiazul. "Dirigir en el extranjero no es sencillo, pero creo estar preparado. Mi cuerpo técnico es bastante serio y ustedes verán esto en el trabajo", dijo. Suena como al Mosquera del Cristal 2012 y Aurich 2014, aquel del menos verso y más acción, con títulos como aval.
Mientras que a Manco parece que el destino le otorga una nueva oportunidad. Esta vez dentro de una tierra conocida para él como es Venezuela. Zamora pretende reverdecer viejos laureles en él y para recuperar aquella joven promesa del Sudamericano Sub-17 que superó hasta el mismo James Rodríguez como mejor jugador. Es necesario un cambio de aires para el volante, criticado por su bajo nivel en este 2016. En Alianza no pudo reinventarse y ahora todos esperan recuperar la chispa de aquel niño de Lurín que soñaba con ser un grande del fútbol.