En el último lustro, solo Real Garcilaso ha hecho un papel decoroso en la Copa Libertadores entre los equipos peruanos. Un dato que revela el verdadero nivel de nuestro fútbol, y que nos demuestra que en la última década ha sido poco o nada lo avanzado.
Por primera vez en mucho tiempo, dos equipos peruanos llegan a la última fecha de la fase de grupos con posibilidades de clasificar a octavos de final. Un hecho que a priori sería casi motivo de festejo. Pero basta revisar los rivales enfrentados y, principalmente el juego practicado, para entender que este puede ser otro de los tantos espejismos que terminan por engañarnos y hacernos creer que nuestro fútbol tiene esperanzas.
Tanto Cristal como Aurich han conseguido resultados importantes, e incluso completado partidos épicos que quedarán para el recuerdo. Pero la epidermis es solo un cascarón. En el balance, los equipos peruanos no han dado la talla internacional que un torneo como la Libertadores amerita. Lo digo antes de estos dos partidos decisivos; no vaya a ser que un par de triunfos vuelvan a cegarnos la razón.
Hace unos días, el periodista argentino Jorge Barraza hacía un análisis de los equipos de la Liga uruguaya y su pobre performance en la Copa. Esgrimía que los talentos ‘charrúas’ emigran antes incluso de debutar en la primera de su país, y aunque su selección es fuerte, esta mecánica termina por volver a su campeonato local chato, mediocre y poco competitivo.
¡Qué terrible agonía la uruguaya! Una selección de ensueño y un campeonato local que no da la talla y que transita sin pena ni gloria por los torneos de América.
En el Perú la realidad es tanto peor. Uno de los semifinalistas para el Torneo del Inca disputó la etapa preliminar de la Libertadores, en la que fue eliminado y humillado por un equipo de la segunda argentina. Esa, señores, es nuestra realidad. Sin equipos competitivos y con apenas un puñado de jugadores en ligas competitivas -muy pocos de ellos jugando de titulares en sus equipos- ni Gareca ni nadie podría formar una selección capaz de competir con otras selecciones como las de Ecuador y Colombia, que en los últimos años han potenciado el nivel de sus clubes y obtenido títulos continentales.
No me malinterpreten, creo en el futbolista peruano, en su innato talento con la pelota y en un pueblo que haría lo imposible por ver a su selección triunfando. Solo me hago ciertas preguntas. ¿Hasta cuándo serán los entrenadores culpables de nuestra debacle? ¿Hasta cuándo la FPF será la responsable de nuestras desgracias? ¿Cuándo los clubes entenderán que parte de su razón de ser está en la formación de jugadores? Es tiempo de comenzar a responder.