Un doblete de Paolo Guerrero volvió a llenar de ilusión al hincha peruano, tan falto de alegrías futbolísticas. Anoche nuestro delantero estandarte no solo se consolidó como el máximo goleador extranjero del Corinthians, sino que tuvo un gesto que emocionó a millones de compatriotas: festejó su primer gol con un pabellón peruano sobre el rostro, en un silente homenaje a su país.
Un simple detalle que al mismo tiempo fue mucho más que eso. Acaso reafirmando el compromiso que tiene como embajador peruano y líder indiscutible de una selección que, aunque con serias limitaciones, intentará buscar la gloria tanto en la próxima Copa América como en las Eliminatorias previas al Mundial de Rusia 2018.
Con 51 goles en el ‘Timao’, Guerrero se ha convertido en uno de los máximos ídolos del equipo paulista y amenaza con seguir batiendo récords con el equipo brasileño, siempre que logre renovar su contrato.
Lo de Paolo no es mera casualidad. Su instinto goleador ha sido validado ahí donde le tocó jugar. Y aunque su estampa no es la de un goleador letal (su promedio de goles por temporada no supera los 20 tantos), su regularidad frente a las redes lo convierten en un delantero que asegura siquiera una quincena de goles por temporada.
A diferencia de tantos otros arietes, su promedio goleador se mantiene con la camiseta de la selección, con la que lleva 21 goles en 56 partidos como internacional. Seguramente por ello, y muy a pesar de ciertas actitudes antideportivas que lo han seguido a lo largo de su carrera, el hincha peruano todavía pone sus esperanzas en el ‘9’, quien debería ser el capitán de la bicolor en el proceso que arranca en la Copa América de junio próximo.
Si los constantes fracasos deportivos de la selección son el cable a tierra que hacen que el hincha -naturalmente optimista y soñador- pierda su instintiva fe en la selección, actuaciones como la de Guerrero la noche de ayer terminan siendo la alegoría perfecta al globo gigante de helio que nos levanta el ánimo y nos invita a creer en una gesta a priori imposible. Y es que fue Guerrero el mismo que hace cuatro años llevó, a punta de goles, a una humilde selección peruana -llena de bajas- al tercer puesto en la Copa América de Argentina. Fue él quien se convirtió en el máximo artillero del certamen y el que hizo que los pesimistas e incrédulos se sentaran frente al televisor con los puños cerrados y encendidos, creyendo, por una vez, que Perú podía hacer historia.