Poco usual es que un técnico con una trayectoria como la de Luis Fernando Suárez acepte asumir la dirección técnica de un club peruano. Por más histórico que este sea y por más suculento que luzca el beneficio económico. Salvo que el objetivo sea aún mayor y de plazos largos.
Tras clasificar y dirigir a dos seleccionados a una Copa del Mundo en dos oportunidades recientes (Alemania 2006 y Brasil 2014), Suárez aceptó tomar las riendas de la ‘U’ por poco más o menos de 40 mil dólares mensuales. Aceptó un equipo sin estilo, sin dominio ni llegada. Especulativo y sofocado por el tedio. Con individualidades distantes de un nivel siquiera discreto. Con muchos jugadores que se mantienen en el plantel más que por mérito futbolístico, porque aceptaron un recorte brutal en sus salarios.
El reto del colombiano es el detener los signos de catástrofe. Reanimar, convencer y consolidar a jugadores como González, Flores, Polo, Ampuero, Benincasa, Guarderas y Duarte. Todos con capacidad y condiciones para ganarse la titularidad en la ‘U’. Darle utilidad a los extranjeros y pregonar por lo menos señas de un estilo de juego. Con eso ya habrá hecho evidente su capacidad respecto a sus antecesores y tendrás suficiente para pelear el título nacional. La juventud de un plantel como el crema le permite especular con picos muy altos de rendimiento.
De ser exitoso, el proceso puede reavivar su potencial como seleccionador. ¿O es que no se convertiría Suárez en un serio candidato si es que consolida a las ‘promesas’ cremas y candidatea o gana el título con la ‘U’, al mismo tiempo que Gareca sufre un traspié en lo que resta del año?
Suárez opta por el camino inverso al de Gareca: retrocede de seleccionador a entrenador, con una planificación inmune a la impaciencia y bastante conocedor de los estragos que el argentino puede padecer por el riesgo natural de asumir un reto sin experiencia previa. Y es que quizá, en este juego tan inesperado que es el fútbol, sea el colombiano quien llegó convencido a dar el salto felino. Aunque, como el ‘Tigre’, también está el peligro de terminar saltando al vacío.