Hubiera sido un espejismo. Una nueva razón para negar lo innegable. Para volver a creer -a intentar creer- que nuestro fútbol no está sumido en el hoyo de la precariedad y lo informal.
Sporting Cristal y Juan Aurich fueron eliminados de la Copa Libertadores con justicia. Porque si jugaron bien, lo hicieron por ratos, intermitentemente, apelando a la santa suerte y a alguna individualidad que tentara el milagro. Porque no supieron hacer respetar la localía ni imprimieron esa cuota de coraje tan necesaria en los momentos decisivos. El Perú no tiene ya representantes peruanos en el certamen más importante del continente, porque no se supo sostener ciertos resultados claves. Porque, otra vez, la desconcentración y el pánico escénico parecieron nublar tanto a celestes como a chiclayanos, y eso se paga caro.
Cristal fue un equipo tímido, sin hambre ni el ritmo que partidos de Copa exigen. Prefirió, en cambio, jugar de memoria, buscando asociaciones y esperando que Guaraní dejara un espacio libre que lo hiciera todo más fácil. Adoleció de la falta de delanteros con rabia e instinto goleador. Y es que Ávila, absolutamente solo, poco pudo hacer frente a una defensa que entendió rápidamente que ni Blanco ni Pereyra significaban un peligro latente.
Ahmed hizo lo que pudo. Intentó parar a un equipo ordenado, de buen pie y, en ciertos momentos, veloz. Pero le falló el cálculo. Pensó que en los momentos decisivos, los suyos sacarían esa garra y amor propio que nunca brotó de sus jugadores. Y entonces la historia volvió a repetirse. Lástima por el técnico argentino, que ha trabajado de manera silenciosa, buscando hacer de Cristal un equipo moderno, aunque sin perder la esencia propia del jugador peruano.
Lo de Aurich fue distinto, aunque con un resultado similar. Mosquera intentó siempre ser protagonista, aunque su equipo es limitado y enfrentó a equipos superiores en todas las líneas. La gesta histórica que podía representar una clasificación a octavos de final en la Copa fue solo un sueño. Tigres, con un equipo alterno, se encargó de desnudar las serias falencias en defensa del equipo norteño.
Quizá la única buena noticia sea que, nunca como antes, pisamos tierra. Sabemos ahora, ya a ciencia cierta, cuál es nuestra realidad dentro de la región, y es a partir de esta certeza que hay que comenzar a trabajar.