Mi abuelo Armando me contaba cuando era un niño que existió una época en el que el fútbol colombiano tuvo a los mejores jugadores de esta parte del continente gracias a una fuerte inversión monetaria de sus clubes, tal como lo que está haciendo China con sus fichajes de seis ceros en la chequera. Se llamó 'El Dorado' y ocurrió entre 1949 y 1953, donde incluso fueron llevados hasta nuestros mejores futbolistas como Valeriano López, Roberto 'Tito' Drago, Segundo Castillo o Gerónimo Barbadillo. "También contrataban jugadores brasileños como Tim, uruguayos, húngaros, argentinos... ahí los colombianos aprendieron a jugar, cuando antes pensaban que la pelota era cuadrada", decía.
Eso también lo volví a escuchar de anteriores colegas y compañeros de redacción como el 'Lobo' Esteves o 'Mencho' Jiménez, en aquellas tertulias post-almuerzo de trabajo, donde contaban sobre la bonanza que existió en el país 'cafetero' por esas épocas y que aprovecharon la crisis que vivía la Argentina gobernada por Juan Domingo Perón, para contratar a los mejores futbolistas de su liga como Adolfo Pedernera, ídolo de esa selección albiceleste, Néstor Raúl 'Pipo' Rossi, figura del River Plate y un juvenil Alfredo Di Stéfano, quien luego se convirtió en leyenda del Real Madrid.
Esos tres futbolistas perteneciaron al club Millonarios, con quienes ganó sus cuatro primeros títulos nacionales en menos de cinco años. Se le llamó 'El Ballet Azul' y lograron récords inimaginables para esas épocas: 17 victorias consecutivas en 1949, 98 goles a favor en 1951, y 24 duelos invictos en 1953 -récord en el fútbol colombiano por más de 35 años-. La gran inversión que hicieron los directivos de los distintos clubes sirvió además para hacer popular el balompié, llenando estadios de domingo a domingo.
En nuestra época, China quiere tomar ese ejemplo y quiere romper el mercado con exhorbitantes y casi galácticos fichajes. Convirtieron al argentino Carlos Tevez en el futbolista mejor pagado de la historia del fútbol y estuvieron tras los pasos de Cristiano Ronaldo, cuyo representante rechazó un sueldo anual de 100 millones de euros. El país asiático quiere fichar hasta árbitros de envergadura para convertirse en una potencia mundial a largo plazo. Una apuesta arriesgada, pero con muchos ceros en las chequeras.